miércoles, 24 de marzo de 2010

Esferográfica

Mi pluma toma la forma de un ser de afilados dientes y corazón ausente que se hace llamar Amor, poderoso y mutante pero a la vez débil e inamovible. Y mientras mi mano y bolígrafo se fusionan, mi cabeza da vueltas pensando en aquella mujer que victima de un repentino “cambio de humor”, me dejo y se fue a vivir con la otra, esa otra que era mi amiga y que termino siendo su amiga, y cada instante soy más pluma y menos yo, y hasta dejo caer en las escupideras babas negras o azules o algunas veces tinta roja.


Mientras más esferográfico soy más entiendo el amor, veo desde la ventana que me crucifica al abrirla, a las parejas que de la mano caminan por el parque, oigo a los matrimonios discutir por todo para después arrancarse las ropas en reconciliación, descubro amantes y amados y uno que otro descarrilado.


Mi pluma toma mi cuerpo por completo, ya no soy más el hombre que antes fui, y huyo del papel y me escondo entre las cosa ya que no atino a escribir sobre mi, intento evadir la mano que me toma y ya en ella, me fusiono otra vez, pues no vaya a ser, que hoy este de suerte (que el azar baraje mi destino y al repartir me de corazones) y mi nuevo portador si sepa hablar de amor.


J. R. Díaz

martes, 23 de marzo de 2010

De ahorcados y colgados

Inmóvil, inerte, colgado yacía el cuerpo de aquel ahorcado, hay quienes dicen haber visto cuando todavía movía a espasmos los pies, cuando el instinto luchaba contra la razón, con la sangre en la boca, con la soga al cuello.

Maria Luisa me avisó, llegó corriendo, gritando, llorando, después, desapareció, algunos dicen que se colgó de un árbol.

Lo conocí tiempo atrás en una cantina, platicando de colgados, de ahorcados; su padre se colgó una noche de verano años atrás.

A mi abuela la colgaron, ocurrió en Salem, era bruja, eso fue lo que dijeron, lo que se cuenta.

Inmóvil, inerte, colgado yace mi cuerpo ahorcado.

J. R. Díaz

Isabel Calipigia

De frente al espejo, decides no mirar tu desnudo reflejo y giras breve y precisa tu mirada y ese perfil contorneado por auras coloridas hace juego con tu hombro derecho, sobre el cual intentas ver tus bellas nalgas, que resistiéndose a la gravedad cuelgan frágiles en la penumbra que conduce al éxtasis, y así, en los accidentes de tu geografía descubres tersas y sinuosas formas de hembra en celo.


Atas tu cabello (repentina tormenta sobre la almohada) con flores en listón, tiñes tus labios carmesí, regresas la mirada al cristal pulimentado y el reflejo te sonroja pues las telas ornamentadas y las guirnaldas de corona cual Diosa Griega te van bien.


J. R. Díaz